15 de diciembre de 2010

Estancia temporal



En breve hará un año que partió, en camino errante a otra vida, transformada en luz despues de desvestirse de su piel para transformarse en estrella que alumbra nuestros recuerdos.

En cada estancia temporal, que me hacia presente junto a ellos podía verles después de almorzar, vestirse con ilusión para recorrer juntos un camino junto al mar.

El cuidaba cada detalle que intuyera que ella precisaría, desde el agua para saciar su sed, hasta la almohadilla que colocar en su espalda, para hacer el viaje menos duro.

Luego de confortablemente en el asiento colocarla, abría la maleta de su carro pequeño, pues era en el que ella quería viajar. Tomaba una llave para ayudarse a retirar las ruedas de la silla pues de otra manera no cabía. Pendiente de la botella de oxígeno.
Día tras día, meses tras meses, año tras año esto era practica diaria de mi Padre, tratando de hacer menos dura la estancia de mi Madre en el lecho.

Para mí era un placer acompañarles cada tarde, ser testigo de ese Amor sentido y autentico, Un amor que vuela con alas de viento, que recubre alimentando el alma.

Lo primero que el decía al entrar en el carro “ Estas bien Florinda?” Ella respondía siempre que sí, a pesar de yo saber que su deseo no era más que quedarse en casa, pues así como el cuidaba de ella, Mi viejita bella muchas veces me decía en aquella plaza tras la casa, que prefería quedarse a ser una carga en su vida, pero que muchas veces soportaba el dolor en silencio pues ella creía que así al menos el salía de su encierro asumido cuidando de ella. Muchas veces mi viejita me decía, pídele a Dios que me lleve hija mía.

Ella siempre llevaba sobre su cabeza su gorro tejido, tesoro que conservo hoy, un chal para cubrir su cuerpo del viento frío del Mar.
Al llevar a la playa, el abría la maleta, y con ilusión tomaba la silla de rueda que debía de nuevo adecuar con las ruedas.

Abría su puerta y le ayudaba a sentar. Como niño la miraba, como adolescente un beso en la boca le daba y nuevamente la pregunta “Estas bien Florinda”.

El pasaba su mano por la cara, como protegiéndola de un acecho invisible, mientras ella le ofrendaba una sonrisa, otras veces le lanzaba un beso al viento, con su puño cerrado pues sus manos permanecían tullidas, la levantaba rozando la punta de su nariz, como frase silente para decirle vamos estoy lista, cada gesto entendido en un lenguaje impregnada de gestos enamorados.

Me deleitaba contemplarlos mientras se alejaban por la orilla de la playa, el unas veces caminando en otras a pasos acelerados como regalándole las caricias del viento, mirarlos, y ver ese amor pleno, me hacia sentir dueña y señora de un tiempo que no cambiaria por otro, esas imágenes las llevo grabadas en cada fibra de mi esencia. Justo en el lindero de la caminaría de la playa, el la ayudaba a levantarse deseando darle el sentir la libertad del Mar en su pesado cuerpo.

Compartir con ellos esos instantes era poder tocar la magia invisible que mantiene unidas dos personas, que en un instante unieron sus vidas en una promesa hecha de hasta que la muerte nos separe.

Desglosaban luz, paz, sosiego. Mirarlos era como saborear esa ternura que siempre soñé vivir en primera persona, pero que no llego a ser eterna. Pues por cosas que aún no entiendo, lo que creí un caminar unidos se bifurco a mitad de camino.

En silencio alejada unos instantes con la escusa de mi gran vicio por la fotografía, iba captando en mi cámara esos mágicos instantes. Robando para mi en un flash algunos besos entre ellos, unas sonrisas llenas de picardía, esa llama encendida que ambos irradiaban a pesar de tener 83 años. No cambio ninguno de ellos por gema alguna, ellos son para mi mayor tesoro.

Mirarlos en aquella imagen ella sentada en su silla de rueda el sentado en Banco junto a la playa destilando tanto amor, era como si de algún modo pudiera robarles unos gramos de felicidad y apropiarme de una brizna de ese sentimiento que compartían y que junto a ellos pude sentir a flor de piel.

Sus cabellos de plata, sus ojos humedecidos mientras la brisa del mar rozaba su frágil cuerpo. Mismo en las tardes de otoño cuando el frío viste la brisa marina, no habían excusas para no ir a la cita. El una gorra que tapaba la desnudez de su cabeza, protegiendo su calvicie del sol, ordenes estrictas de su médico del IPO (Instituto Portugues de Oncologia).

Como evitar en este instante el brote de lagrimas, evocando su presencia, y el amor con que mi padre silenciaba su dolor al no poder darle una vida mejor sin sufrimiento, mismo que sus dolencias muchas veces lo hacían cojear y solo Dios y él sabian, cuanto le costaba algunas tardes llevarla, sus dolencias jamás fueron la excusa para no regalarle esas tardes fuera del lecho al cual llegaba tras ese estar juntos mirando un horizonte.

Pasos cansados, cuerpos mermados por la edad, pero lo que realmente no puedo ni quiero olvidar es el brillo de sus ojos cuando se miraban. Cuando me sentaba junto a ella en el suelo, mientras el aprovechaba para caminar en solitario, su mano rozaba mi cara y me preguntaba, no te cansas de venir con nosotros? Yo le respondía que no, que mis mejores vacaciones las disfrutaba junto a ellos, junto a ella. Dios como la recuerdo, como la extraño, como la grito tantas veces a modo de traer a mi vida algo de calor, algo de afectos de los que no siento.

Como añoro ese instante de dulzura con que mi madre acariciaba mi mejilla, como con sus manos retenía el beso para lanzarlo luego a mi Padre o a mí.
Hace en enero un año que partiste, pero se que vives los ojos cerrados al mundo y a la vida, con el corazón hecho presencia abierto a la vida cuidando aún de quienes tanto amaste.

Conservo cada extracto de tiempo compartido, como un guión que puedo leer cada vez que la pienso, admirar con mayúsculas ese amor que de algún modo desearía vivir en primera persona, mi leyenda y epitafio para alguien que como brizna marina llega a mi haciéndome sentir aún en mi rostro el paso leve de su mano.

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Nunca Termina la vida....Solo un capitulo de ese vivir.



Historias que se van escribiendo en las páginas de nuestra propia existencia, caminos que describimos y que aderezamos con los sabores que más nos guste, que engalanamos con nuestros mejores trajes, sonreír o llorar es nuestra opción. Vivir el reto que cubro con el fragor de la Luna.
Acompañada con quien a mio lado desee caminar,surcar el cielo en cada alvorada, reposar en cada crepúsculo.
María Lasalete Marques ®

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