El paso de los años es el cofre de la memoria
Donde guardamos los recuerdos,
es la historia que solemos hilvanar,
para recontar a nuestros nietos, es el tiempo negado a morir
desvanecerse, a ser olvidado.
El anciano es el libro abierto, la enciclopedia
Que poco a poco olvidamos de abrir,
es el tesoro de haber logrado llegar a la cuesta del mundo.
El ha sabido enterrar los anillos de oro y abrazar el cuerpo de los suyos
Parece dormido, pero apenas sueña trayendo sus recuerdos
Como almohadas donde reposa su ya cansada cabeza.
Oye y escucha en simultáneo el paso del viento,
Aunque sus ojos parecieran siempre sollozar, apenas están cansados
Muchos nos cuentan de la época de la guerra
Otros hablan de las ovejas, de los duraznos, de las viñas
De lo duro del invierno y sabor del sol en primavera
Su mano pinta sus recuerdos de su pueblo, de sus calles de piedra
Del sabor y el olor al pan recién horneado, de la chimenea encendida
El paso de los años, la bulimia de los recuerdos, la anorexia de la vida
Se levanta cada noche, pues el día no le alcanza por el tiempo que le resta
Suspira al aire, el olor mismo de sus raíces y busca el remanso bajo el árbol
de la plaza junto a los amigos, del trajear de gala junto a la iglesia en domingos festivos.
Ancianos adormitados en la noche, sumergidos en la soledad
Ellos siguen soñando, remembrando los que ya han partido
Remarcando su infancia, comparando el tiempo paralelo.
Si algo atesoro son los cuentos de mis padres, mismo repetidos a mil voces
Sentarme junto a un anciano, es abrir la esencia de un libro escrito con letras de oro
Es sonreír mientras sonríe, es sollozar junto a el, es recopilar una hermosa lección de vida, es aprender a mirar la noche y descubrir a la señora de la Luna.
Es sentir en la piel el canto de amor a la VIDA.
